Desde que en 1212, los primeros cartujos se trasladaron al primer monasterio, hasta que en 1835 fue abandonado por completo y la gente del Priorato lo asaltó e incendió, la Cartuja de Escaladei supuso un universo muy bien organizado donde los padres cartujos gozaron de una vida regalada, ajenos a las necesidades básicas que tenían bien cubiertas.
Aislados en celdas unipersonales, de unos noventa metros cuadrados, se dedicaban en silencio a la oración, a la contemplación y a las artes, mientras eran servidos por un ejército de administrativos (los hermanos, que mantenían la cartuja en función) y de siervos (los donados, que se encargaban de las tareas manuales).
Así fue la Cartuja de Escaladei en el siglo XVIII, momento de su máximo desarrollo y esplendor:
Y esto es que queda en la actualidad, tras ser declarada Bien Cultural de Interés Nacional en 1980, el inicio de los trabajos de recuperación 1984 y la cesión de la propiedad a la Generalitat de Catalunya en 1990.
A la Cartuja se accedía por un plaza alargada donde se ubicaban los espacios públicos y que incluían los almacenes, las cuadras, los alojamientos de los empleados, la capilla de San Bruno, el accesso al huerto y la hospedería.
La plaza terminaba en el gran edificio de la portería (de la que solo permanecen los arcos), a partir de la cual solo tenían acceso los religiosos, los empleados y algunos visitantes expresamente autorizados, pero en ningún caso las mujeres.
Así era:
Así es:
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