"Las calles del Malnom y de Picalquers están situadas en
el barrio del Raval, en el interior de un entramado
que forman las calles del
Carme, Hospital, Roig y Riera
Baixa. Según Joan Amades en Històries i llegendes de Barcelona
el antiguo nombre de la calle del Malnom era
carrer d’en Tifilla. La solución que se adoptó en el siglo pasado para evitar ese nombre fue precisamente la de designar esta calle como
la del Malnom.
Es una calle muy antigua, como lo demuestra
un documento del año 1624 que
señala y sitúa una vía con ese
nombre, al lado del convento de los monjes Mínimos,
esquina con la calle del Carme. En història
dels carrers de Barcelona, un encargo del ayuntamiento sobre el significado de los
nombres delas calles de
Barcelona y su historia, de 1910, los autores
Jaume Roca i Roca y Ramon. N. Comas indican
que la calle del Malnom ya estaba señalada en
un plano del siglo XV, aunque sin nombre. En
esa época, el tercer recinto de murallas ya estaba
construido y configuraba un
territorio del Raval que se caracterizaba por la importante presencia de
edificios religiosos con una gran cantidad de suelo
disponible. El nombre de la calle de Picalquers
corresponde a una antigua
familia catalana notable que tenía casa en
esta calle. Según Joan Amades, la leyenda cuentaque
los Picalquers eran una familia de mudos. Los mudos
barceloneses tenían como patrón a san Alberto,
venerado en un templo de la calle del Hospital,
casi delante de la calle de la Riera Baixa.
Se trata, como en el caso del
Malnom, de una calle antigua, ya
que nuestro cronista de la historia popular
catalana indica que el año
1617 el consell municipalautorizó a tapiar la calle en sus extremos
para construir un monasterio. El vecindario llamaba la Volta dels pixats ( la bóveda de
los meados) al trozo de la calle de Picalquers que
sale a la calle de la Riera
Baixa. Consta que bajo ese pórtico hubo una construcción de madera que
albergó a un zapatero durante
muchos años. Hoy, un paseo por
estas calles, solitarias y aisladas
a pesar de su céntrica
situación, puede resultar sombrío
e incluso desagradable. Sin ninguna actividad
comercial, presentan un aspecto residual con
unas viviendas degradadas y en mal estado. Esta
primera mirada apunta hacia la vivienda como uno
de los principales problemas en los centros urbanos
como el Raval donde se añaden además problemas
sociales y de seguridad urbana. Parte integrante
del centro histórico, el barrio era en su
origen el arrabal de Barcelona,
es decir la parte de fuera de las murallas. Estaba constituido
por monasterios, huertos y
hospitales. A partir del siglo
XVIII el barrio fue sede de
actividades industriales y actuó como lugar de residencia de la
población inmigrante que la
industria requería. A partir
del derribo de las murallas de Barcelona en
1854 y el traslado de la
actividad constructora y de la
industria fuera del centro
urbano, el Raval, afectado por los problemas de salubridad derivados de
la presencia de actividades
fabriles junto a las residenciales,
vio intensificarse la degradación de
su vivienda por falta de
inversión. En el siglo XX, el barrio
recibió grandes oleadas de inmigrantes en busca
de trabajo y la población se densificó de tal manera
que las condiciones de vida se hicieron muy deficientes.
Algunos edificios fabriles pasaron a convertirse
en viviendas. Se construyó por encima de
las terrazas de los edificios
y las viviendas albergaban un
número altísimo de residentes desfavorecidos
que vivía en su mayoría en pésimas condiciones
higiénicas. Con la llegada de
la democracia, la Administración impulsó
en el Raval una política de reformas y rehabilitación
de viviendas y de apertura de espacios
públicos. La promoción de
grandes instituciones culturales
como el Macba, el CCCB y la universidad desarrolló
un comercio de bares, galerías, bibliotecas
y restaurantes y permitió al
barrio ganar centralidad. Sin embargo, esos planes de transformación
no contaban con el cambio
demográfico ocurrido en los diez
últimos años, con una población inmigrante que ha
pasado de un 3% a un 50%. Algunos
observadores apuntan a que las actuaciones han
tenido un carácter demasiado centrado en el espacio
público, en detrimento del aspecto de la vivienda
y la rehabilitación social y económica. El antropólogo
Manuel Delgado constata que el cierre de
las pensiones ha provocado la oferta clandestina de
pensiones ilegales, cobertizos o patios ilegales,
y el alquiler de balcones e
incluso de armarios. En la actualidad, a pesar de ser un barrio con
unos valores de centralidad, el Raval sigue siendo un
territorio fragmentado con unas
zonas degradas tal y como se ve
en el ejemplo de las calles del Malnom y de Picalquers."
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