"La poza azul de Joaquim Mir, Vidrio pintado y con grisalla, emplomado, 1911"
Ver: http://www.museunacional.cat/es/colleccio/vitral-triptico-la-poza-azul/joaquim-mir/017439-cjt
"El vitral mallorquín de Joaquim Mir, La poza azul
El Gorg Blau (‘la poza azul’) era un bonito paraje de la sierra de Tramuntana de Mallorca que se encontraba situado en uno de los puntos más elevados y salvajes de la isla. Un torrente de montaña, tras atravesar una garganta profunda y estrecha, se estancaba en un pequeño lago antes de seguir su camino hacia el mar.
Este lugar mallorquín, muy popular gracias a la atención que le habían dedicado pintores y literatos, desapareció en 1971 a causa de la construcción del pantano que lleva su nombre. El torrente que pasaba por allí, sin embargo, aún sigue su curso entre paredes de hasta trescientos metros de altura.
El vitral
El Gorg Blau (La poza azul) es también el título del vitral tríptico que concluye la primera parte del recorrido por la nueva presentación de arte moderno del museo. La obra, diseñada en 1911 por el pintor paisajista Joaquim Mir y ejecutada por el taller vidriero Rigalt i Granell, el más prestigioso de la Barcelona modernista, llama la atención del visitante por su belleza y monumentalidad.
En los tres cuerpos que componen este gran vitral se desarrolla un paisaje exuberante y paradisíaco, repleto de colores y rico en detalles. En uno de los laterales, una pareja de pastores conversa cerca del rebaño. Al fondo de la escena, la claridad de una noche estrellada ilumina un angosto desfiladero que se refleja en las aguas de un lago. Se trata, con toda seguridad, de una imagen idealizada del paraje del Gorg Blau, que Joaquim Mir habría conocido durante su decisiva estancia en Mallorca, entre 1900 y 1904.
El vitral diseñado por Mir es excepcional por diversos motivos. De entrada, se trata de una de las poquísimas incursiones de su autor en el campo de las artes aplicadas y la decoración de interiores. La vidriera era parte de la decoración que Mir realizó para la nueva casa de su tío, Avel·lí Trinxet, en el Ensanche, una torre modernista, hoy desaparecida, construida por Josep Puig i Cadafalch entre 1902 y 1904.
Técnica y estilo
La poza azul es también muy interesante desde el punto de vista técnico y estilístico. El artista la diseñó siguiendo un estilo libre, colorista y osado que caracteriza sus pinturas de aquel momento, cuando residía en el Camp de Tarragona (1905-1913). Los paisajes de esos años son considerados, de hecho, el mejor testimonio de la originalidad del arte de Joaquim Mir, el mejor pintor de la segunda generación modernista junto a Isidre Nonell.
Durante su estancia en los pueblos de los alrededores de Reus, Mir
representa lo que ve a partir de manchas yuxtapuestas de colores vivos,
crea una interpretación muy libre y personal del paraje en el que se
inspira que roza, muy a menudo, la abstracción. Esta técnica resultaba
muy pertinente para elaborar un proyecto de vitral-mosaico, la tipología
que se había puesto de moda en la Barcelona modernista, porque a cada
mancha de color le correspondía fácilmente una tesela de vidrio.
En el momento de proyectar La poza azul, Joaquim Mir quiso facilitar aún más la tarea de los maestros vidrieros, y en el boceto preparatorio resiguió las célebres manchas con una línea oscura, para indicar así claramente los límites de cada fragmento de vidrio y los puntos de unión con el hilo de plomo. Sin duda, los artesanos de la casa Rigalt i Granel agradecieron que se lo pusiera tan fácil.
Paisaje mallorquín
Más allá de los detalles técnicos y artísticos, sin embargo, uno de los aspectos que seguramente hace más especial al vitral La poza azul es su singularidad temática. Por lo que sabemos, se trata de la única obra en la que Mir recupera los temas y paisajes mallorquines después de su precipitada salida de la isla a causa de un accidente que casi le cuesta la vida.
Joaquim Mir había desembarcado en Mallorca justo estrenado el siglo XX a la búsqueda de nuevos paisajes que lo inspiraran. Llegó allí sabiendo que podría dedicarse en exclusiva a pintar, gracias al acuerdo firmado con Avel·lí Trinxet. Según dicho pacto, inédito hasta entonces en el arte catalán, el artista recibiría una paga mensual fija a cambio de entregar la obra realizada a su tío, quien sería el encargado de comercializarla. Mir se estableció primero cerca de la costa, en compañía de Santiago Rusiñol y su familia, pero muy pronto descubrió el potencial pictórico de la sierra de Tramuntana. Obsesionado en encontrar paisajes inéditos que le permitieran desarrollar un estilo propio y genuino, se aisló del mundo y del entorno y sucumbió a una fiebre creadora que daría grandes frutos.
Pintando la montaña mallorquina, Mir ya no se limitará a reproducir los paisajes que ve, sino que en sus obras plasmará su visión más personal del entorno, su paisaje interior, con el uso de un lenguaje pictórico absolutamente original. Unas creaciones que serán la base del estilo aún más libre y desenvuelto de la posterior etapa reusense.
La efervescencia creativa de Mallorca, sin embargo, acabó teniendo un alto coste para el artista. El 24 de abril de 1904, mientras pintaba sobre un acantilado contiguo al Torrente de Pareis, Mir se precipitó al fondo del abismo en unas circunstancias que no fueron nunca totalmente aclaradas. A consecuencia del accidente sufrió una grave crisis que obligó a internarlo durante dos años en el Instituto Psiquiátrico Pere Mata de Reus.
Si la experiencia mallorquina había concluido de forma tan traumática, ¿por qué Mir decidió recuperar un paisaje emblemático de la isla para el vitral La poza azul? La respuesta parece que vuelve a estar en manos de su tío Avel·lí. Entre 1903 y 1904, el pintor había empezado a decorar el interior de la casa de los Trinxet, embelleciendo las paredes del llamado Comedor Grande con unos paneles de colores vivos inspirados en los paisajes de Mallorca.
A causa del accidente el proyecto decorativo quedó paralizado, y Mir no reemprendería los trabajos hasta finales de la década de 1910, cuando con toda seguridad cedió a las insistentes reclamaciones de su tío y mecenas. Entonces decoró el llamado Comedor Pequeño con unos paneles inspirados en el paisaje tarraconense y proyectó seis vidrieras, cuatro para los ventanales de la capilla y dos, las más ambiciosas, La poza azul y La Vita, para las estancias principales.
Es probable que La poza azul hubiese estado situada cerca del Comedor Grande, y ya que aquel salón estaba decorado con paisajes isleños, se quisiera mantener la unidad temática escogiendo un asunto mallorquín para el vitral. Sea como fuere, resulta significativo que Mir representara un paraje que no nos consta que hubiese pintado anteriormente mientras vivía en la isla. ¿Quizás cerraba así una deuda pendiente con el Gorg Blau original?
Paradójicamente, a pesar de la relevancia del vitral, y aunque se trataba de un encargo personal, La poza azul no llegó nunca a ocupar el lugar que se le tenía destinado en la Casa Trinxet. En 1911, poco después de que el taller Rigalt i Granell entregase el tríptico, su tío Avel·lí decidió presentarlo en la VI Exposición Internacional de Arte de Barcelona. La pieza llamó la atención de los responsables municipales y, ante la oferta de compra, el pariente y marchante de Mir parece que no tuvo problema alguno en desprenderse de la vidriera. De ese modo, el vitral tríptico La poza azul se convirtió en una de las primeras obras de Joaquim Mir que entraban a formar parte de las colecciones públicas de arte de la ciudad de Barcelona.
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