"Edificación entre medianeras, de planta baja y cuatro plantas. La fachada está compuesta con tres franjas horizontales: la planta baja, las cuatro plantas piso y el coronamiento y barandilla de azotea. La planta baja, muy calada, incorpora unos pilares de fundición que conjuntamente con los otros elementos macizos soportan una serie de ménsulas que parecen aguantar el resto del edificio ya que los balcones y la tribuna de la primera planta forman un elemento casi continuo. De las plantas piso debemos destacar la tribuna central, muy ornamentada y una de las más características del distrito. Esta tribuna se transforma en balcón en la azotea siguiendo un modelo de composición usual en el Eixample. La fachada se corona con una serie de arcos de medio punto que esconden las ventilaciones de la cámara de aire y soportan una cornisa, y la ornamentada barandilla de la azotea en la que figura la fecha de finalización del edificio. En el interior, a pesar de la transformación de uso y la unión con la casa vecina, se mantienen algunos de los elementos originales de los vestíbulo y la caja de escalera." Ver: http://w123.bcn.cat/APPS/cat_patri/editElement.do?id.districte=02&reqCode=inspect&id.identificador=1391&
Carrer Bergara 11
"El icónico dragón de la Casa dels Paraigües rejuvenece más de un siglo
La famosa escultura que, desde 1888, vigila la Rambla colgada
desde el edificio del Pla de la Boqueria
La restauración de la finca permite, también, rescatar los
esgrafiados de la fachada firmados por Josep Vilaseca e inspirados en
las estampas japonesas, fueron tapados en 1914
Hic sunt dracones'. O Aquí hay dragones, que
viene a ser lo mismo. Lo que se utilizaba en el medievo para indicar
territorios inexplorados o peligrosos en los mapas -vamos, terra ignota
para seguir con los latinajos- podría usarse ahora en los planos de Barcelona. 'Hic
sunt dracones'. Y muchos. La ciudad está copada de ellos. A poco que
uno alce la vista se los encuentra. Encaramados en fachadas, cornisas y
dinteles. Piedra, hierro, vidrio, ‘trencadís’… Incluso de carne y hueso,
ahí están los dragones de Komodo del zoo. Grandes y pequeños. Con y sin
santo. No en vano el patrón de Catalunya, Jorge de Capadocia, que en su
haber suma salir vencedor del combate contra un dragón, siempre aparece
con uno de ellos a sus pies. Lo dicho, 'Hic sunt dracones'. Los hay
por doquier –desde el Pati dels Tarongers hasta la cascada de la
Ciutadella- pero ninguno tan icónico como el dragón de la Rambla, con
permiso del tritón de Gaudí que da la bienvenida en el Park Güell y el
saurio que da forma al edificio que el genial arquitecto levantó para
Josep Batlló en el paseo de Gràcia. El que aquí nos ocupa tiene una paternidad más discreta, Josep Lomas, pero su privilegiada situación (emerge de una esquina de la Casa Bruno Cuadros, conocida como la Casa dels Paraigües por
la mayoría de barceloneses) lo sitúa en lo alto del Olimpo de la
popularidad 'dragonil' de la ciudad. Es de zinc pintado (aunque muchos
piensen que es de hierro forjado) y en su día echaba fuego. Llevaba en
la misma esquina desde 1888. Llevaba porque desde el pasado mes de
diciembre su rincón luce vacío. Que nadie se alarme. Ni se ha
desintegrado ni ha echado raíces en otros lares. Está en el planchista,
que a efectos de las obras de arte es lo mismo que decir, en restauración. De ella se ocupa Quico Vez y su empresa Tres Ranas, que debe el nombre a la taberna que Leonardo y Botticelli abrieron en Florencia en el siglo XV. Pues eso, el dragón de la Casa dels Paraigües necesitaba una
puesta a punto tras 133 años oteando al personal desde la Rambla y unos
cuantos de ellos sin llamas que echarse a la boca. "Por la edad que
tiene está fantástico, le hemos hecho una buena limpieza y poco más",
asegura Vez. El poco más es poner en solfa el cableado eléctrico que le
permitía encender los ojos y la boca, que hace unas décadas dejaron de arder. Volverán
a iluminarse en breve, en septiembre, cuando la Casa Bruno Cuadros deje
de esconderse detrás del andamio que la cubre y los tres metros y 250 kilos de saurio vuelvan a su sitio. Regresarán él y los elementos originales de la fachada, también en proceso de restauración.
Cimientos de 1782
Vez y la arquitecta Inés Rodríguez han decapado
el edificio y lo que ha emergido detrás de capas y capas de pintura es
una fachada que nada tiene que ver con el color marfil y salmón que
lucía hasta diciembre fruto de las rehabilitaciones vividas. Lo que
asoma tras la intervención es la apariencia original, la que Josep Vilaseca proyectó en
1885 cuando Bruno Cuadros -comerciante de paraguas, parasoles,
sombrillas y abanicos- le encargó rehacer el edificio para dar más
solera a su tienda, la que ocupaba los bajos. Vilaseca, arquitecto
ecléctico donde los haya, proyectó un edificio neoegipcio, monocromo, con una textura que imita la piedra cortada y detalles de color rojo en los capiteles, columnata y crestería. Elementos de inspiración faraónica que contrastan con la decoración completamente japonesa, también de Vilaseca, de la tienda, entresuelo y las panoplias de paraguas que visten la fachada y han dado nombre al edificio. Con todo, la recuperación más sorprendente es la de las desaparecidas pinturas que
ocupaban los plafones situados a la altura del entresuelo, tanto en el
lado Rambla como en el costado que mira a Cardenal Casañas del edificio.
Imágenes japonesas con la firma de Vilaseca (uno de los dibujos
originales lo custodia el Art Institute of Chicago) copiadas o
inspiradas en las estampas ukiyo-e. Vez y su equipo están rescatando las originales, esgrafiados en los que el arquitecto plasmó japonesas ataviadas con el tradicional kimono reproduciendo
incluso un error (o no). El caso es que las mujeres llevan el obi (el
cinturón del kimono) abrochado delante, detalle que se supone que a
Vilaseca (y al comitente, el señor Bruno Cuadros) le pasó por alto ya
que en la cultura nipona indica que lo plasmado no eran damas sino prostitutas. Los esgrafiados quedaron tapados en 1914 por otras estampas menos
elaboradas y con una paleta de colores mucho más fría. Fue durante una
de las muchas rehabilitaciones que ha sufrido el edificio, cuyos cimientos se remontan a 1782, cuando el pintor Manuel Tramulles, uno
de los principales exponentes del barroco catalán junto con Pere Pau
Muntanya y Francesc Pla 'el Vigatà', levantó su residencia sobre uno de
los solares que dejó al descubierto la demolición de la muralla medieval
en el portal de la Boqueria.
Publicidad en el espacio urbano
La rehabilitación de la Casa Bruno Cuadros (o Casa dels Paraigües) ha costado 172.000 euros que
han sido financiados con lo recaudado con las lonas publicitarias. El
uso del espacio urbano para anuncios está regulado por el ayuntamiento,
que en el caso de las lonas para rehabilitación de edificios privados se
lleva una parte del montante. En esta operación, de los 10 convenios
firmados para tapar la fachada de la Rambla durante su recuperación, el
consistorio ha ingresado 75.631,40 euros que ha destinado a la mejora
del espacio urbano. Concretamente se ha intervenido en la fachada verde
de los Jardins de Vilanova y las paredes medianeras de las plazas del 8
de març y de las Dones del 36." Ver: https://www.elperiodico.com/es/barcelona/20190806/restauracion-dragon-casa-bruno-cuadros-7577778 Rambla, 82 / Pla de la Boqueria, 1
Uno de los secretos mejor guardados de Can Deu, es su pequeña capilla de estilo neorománico con unos frescos que muestran la imaginería románica desde el punto de vista modernista
El centro cívico de la
plaza de la Concòrdia conserva un oratorio de cuando el edificio era la
residencia de los Deu, una de las grandes familias pudientes de la zona,
que hicieron fortuna con la elaboración de licores
El
centro cívico de Can Deu, en la plaza de la Concòrdia, en Les Corts,
conserva una antigua capilla doméstica de cuando el edificio era la
residencia de una de las familias más pudientes de la zona. La capilla
mantiene, restauradas, las pinturas de la decoración original, pero no
las esculturas, que se perdieron. El ahora centro cívico fue construido
entre 1894 y 1897 por iniciativa del empresario Josep Deu i Mata, que
también da nombre a una calle del barrio.
La
inclusión de una capilla u oratorio era habitual entre las familias
burguesas a finales del siglo XIX y principios del XX. La de Can Deu fue
encargada por Francesca Bosch, viuda de Josep Deu i Mata, en 1929. Se
trata de una estancia situada en el primer piso de la mansión cubierta
por una vuelta de cañón. Fue diseñada por el arquitecto Josep Maria
Pericàs, que, a su vez, encargó un conjunto de esculturas a Josep Maria
Camps Arnau, entre las que destacaba una representación de la Sagrada
Familia en el centro del altar. Todas las esculturas se perdieron
durante la Guerra Civil, cuando el edificio fue incautado. Las pinturas,
obra de Llucià Costa, se conservan distribuidas por los muros.
La
antigua residencia de los Deu consta de planta baja y dos pisos, un
amplio patio y un torreón. Es de estilo neogótico y modernista. Josep
Deu i Mata adquirió el terreno a finales del siglo XIX por 35.000
pesetas de la época. La familia se dedicaba a la elaboración de licores a
través de una empresa fundada en 1874 por el padre del anterior.
Hicieron una gran fortuna y la mansión de Can Deu era una de las
muestras de ostentación de su poder económico en Les Corts.
El
edificio fue residencia familiar hasta la guerra civil, cuando fue
ocupado por el PSUC y la FAI. Tras la contienda, se alojó la guardia del
general Franco, hasta que los Deu pudieron recuperar la propiedad y
habitarla hasta 1981. Tres años más tarde, la mansión fue adquirida por
el Ayuntamiento de Barcelona, y en 1986 reabrió como centro cívico
después de una detallada restauración.
Una
de las piezas destacadas es el magnífico patio, donde se puede apreciar
la tribuna que preside la fachada posterior. El patio, que sirve como
terraza de la cafetería que se encuentra en el interior, también cuenta
con un antiguo pozo cubierto por una glorieta modernista. Se atribuye la
expresión de “se armó la de Cal Deu” a los festejos que se solían
organizar en este patio."