"La muralla más recóndita
La ferretería pasó en 1956 a la familia Ribó, que mantuvo el nombre hasta que cerró en 2013. También ha conservado el nombre el actual restaurante, que desde 2017 pertenece al Grupo Calamares, liderado por el matrimonio Bruno Balbás y Sofía Matarazzo, que también regentan otros locales de restauración en la ciudad, entre ellos el histórico Casa Leopoldo.
En los sótanos con varios niveles del restaurante, que antiguamente fueron los talleres de carpintería y metales de la ferretería, hay ahora una coctelería con aires de speakeasy.
Explica Bruno Balbás que durante la guerra se escondió en estos sótanos a varios sacerdotes, a los que se suministraban alimentos a través de un acceso que comunicaba con el vecino bar El Trole, en la esquina de la ronda de Sant Pere con el paseo de Sant Joan. A nivel de calle, entre los dos establecimientos solo se interpone una barbería, pero se conectaban en el subsuelo a través del citado acceso. El bar también posee un tramo de muralla en el subterráneo, visible cuando se accede a los lavabos.
Cuenta la leyenda que ya en la década de 1930, y aprovechando el acceso que comunicaba con El Trole, los sótanos se convirtieron en una especie de restaurante clandestino en el que se reunían algunos comensales de confianza que compartían platos, pero también partidas.
El restaurante conserva la decoración modernista exterior, aunque ha cambiado el reclamo Droguería, utensilios domésticos, tornillería, herramientas, cerrajería, por el de nº74 Comidas y bebidas. Se conserva intacto, aunque restaurado, un medallón central en el que aún puede leerse Ferretería Ràfols."
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