19 ago 2019

07/03/2019 Carrer del Malnom

"Las calles del Malnom y de Picalquers están situadas en el barrio del Raval, en el interior de un entramado que forman las calles del Carme, Hospital, Roig y Riera Baixa. Según Joan Amades en Històries i llegendes de Barcelona el antiguo nombre de la calle del Malnom era carrer d’en Tifilla. La solución que se adoptó en el siglo pasado para evitar ese nombre fue precisamente la de designar esta calle como la del Malnom. 
Es una calle muy antigua, como lo demuestra un documento del año 1624 que señala y sitúa una vía con ese nombre, al lado del convento de los monjes Mínimos, esquina con la calle del Carme. En història dels carrers de Barcelona, un encargo del ayuntamiento sobre el significado de los nombres delas calles de Barcelona y su historia, de 1910, los autores Jaume Roca i Roca y Ramon. N. Comas indican que la calle del Malnom ya estaba señalada en un plano del siglo XV, aunque sin nombre. En esa época, el tercer recinto de murallas ya estaba construido y configuraba un territorio del Raval que se caracterizaba por la importante presencia de edificios religiosos con una gran cantidad de suelo disponible. El nombre de la calle de Picalquers corresponde a una antigua familia catalana notable que tenía casa en esta calle. Según Joan Amades, la leyenda cuentaque los Picalquers eran una familia de mudos. Los mudos barceloneses tenían como patrón a san Alberto, venerado en un templo de la calle del Hospital, casi delante de la calle de la Riera Baixa. Se trata, como en el caso del Malnom, de una calle antigua, ya que nuestro cronista de la historia popular catalana indica que el año 1617 el consell municipalautorizó a tapiar la calle en sus extremos para construir un monasterio. El vecindario llamaba la Volta dels pixats ( la bóveda de los meados) al trozo de la calle de Picalquers que sale a la calle de la Riera Baixa. Consta que bajo ese pórtico hubo una construcción de madera que albergó a un zapatero durante muchos años. Hoy, un paseo por estas calles, solitarias y aisladas a pesar de su céntrica situación, puede resultar sombrío e incluso desagradable. Sin ninguna actividad comercial, presentan un aspecto residual con unas viviendas degradadas y en mal estado. Esta primera mirada apunta hacia la vivienda como uno de los principales problemas en los centros urbanos como el Raval donde se añaden además problemas sociales y de seguridad urbana. Parte integrante del centro histórico, el barrio era en su origen el arrabal de Barcelona, es decir la parte de fuera de las murallas. Estaba constituido por monasterios, huertos y hospitales. A partir del siglo XVIII el barrio fue sede de actividades industriales y actuó como lugar de residencia de la población inmigrante que la industria requería. A partir del derribo de las murallas de Barcelona en 1854 y el traslado de la actividad constructora y de la industria fuera del centro urbano, el Raval, afectado por los problemas de salubridad derivados de la presencia de actividades fabriles junto a las residenciales, vio intensificarse la degradación de su vivienda por falta de inversión. En el siglo XX, el barrio recibió grandes oleadas de inmigrantes en busca de trabajo y la población se densificó de tal manera que las condiciones de vida se hicieron muy deficientes. Algunos edificios fabriles pasaron a convertirse en viviendas. Se construyó por encima de las terrazas de los edificios y las viviendas albergaban un número altísimo de residentes desfavorecidos que vivía en su mayoría en pésimas condiciones higiénicas. Con la llegada de la democracia, la Administración impulsó en el Raval una política de reformas y rehabilitación de viviendas y de apertura de espacios públicos. La promoción de grandes instituciones culturales como el Macba, el CCCB y la universidad desarrolló un comercio de bares, galerías, bibliotecas y restaurantes y permitió al barrio ganar centralidad. Sin embargo, esos planes de transformación no contaban con el cambio demográfico ocurrido en los diez últimos años, con una población inmigrante que ha pasado de un 3% a un 50%. Algunos observadores apuntan a que las actuaciones han tenido un carácter demasiado centrado en el espacio público, en detrimento del aspecto de la vivienda y la rehabilitación social y económica. El antropólogo Manuel Delgado constata que el cierre de las pensiones ha provocado la oferta clandestina de pensiones ilegales, cobertizos o patios ilegales, y el alquiler de balcones e incluso de armarios. En la actualidad, a pesar de ser un barrio con unos valores de centralidad, el Raval sigue siendo un territorio fragmentado con unas zonas degradas tal y como se ve en el ejemplo de las calles del Malnom y de Picalquers."











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