Siguiendo el paseo, llego a una pineda de robustos pinos parasol, especie apropiada para parques puesto que dan sombra y no obstaculizan la vista. Una zona aterrazada, con mesas y bancos, acoge tres casamatas, o búnkeres, que datan de la guerra civil. Siempre me han fascinado. Creo que es la incongruencia de su presencia pero no puedo evitar recrear, no sea más que mentalmente, el contexto en el que fueron construidos. Sólo alguna paloma solitaria habré visto pero, por lo demás, son fantasmas de un pasado que, visiblemente, todo el mundo se esfuerza en olvidar. Y allí están, olvidados, mudos testigos de unos acontecimientos que nos siguen marcando. Una, la más alta y sureña, tiene como corona percha con cesto para acoger cigüeñas, triste estructura pues ninguna ha anidado jamás allí.
La llamada batalla de Madrid, en noviembre del 36, fue determinante para la supervivencia de la República y para la prolongación de la guerra civil. Desde los primero días, los sublevados tuvieron como objetivo el avance rápido desde el norte y el sur hacia la capital. En el caso de caer ésta, el gobierno republicano hubiera caído con ella y la resistencia en el resto del país hubiera cesado antes. La conquista de Madrid era un golpe de efecto con el que contaban los golpistas para culminar cuanto antes su aventura. Por el norte, se mostraron bastante incapaces, todo hay que decirlo. Fue por el sur, con las columnas móviles de las tropas profesionales desembarcadas de África es donde se acercaron más. No voy a entrar en todos los detalles de la batalla porque no es mi propósito. Hay numerosísimas monografías, impresas y en Internet, sobre el tema. Solo baste decir que la aproximación por el suroeste y la Casa de Campo fue la más exitosa. El río Manzanares supuso, sin embargo, un obstáculo, aún a pesar de nos ser muy caudaloso. Sin embargo, después de una lucha encarnizada, el 15 de noviembre del 36, unos efectivos del Tabor de Regulares de Tetuán III logran vadear el río a la altura de los actuales campos de prácticas de la Escuela de Agrónomos y penetran en la Ciudad Universitaria. Seguirán quince días de terribles combates, en los cuales quedarán destruidas la propia universidad y el Parque del Oeste. Al final, Franco, vista la resistencia, tomara la decisión de suspender la ofensiva. La línea de frente quedó tal cual a lo largo de toda la guerra. En el Parque de Oeste, las tropas franquistas dominaban la actual Avenida de Séneca, la de los colegios mayores. Del otro lado, el frente republicano dominaba desde las alturas el Paseo Ruperto Chapí. Entre ellos, la gran vaguada de la que he hablado y que desciende hacia la vega del Manzanares.Se construyeron trincheras y casamatas, hubo guerra de zapas y contraminas, pero el frente no se movió. Las tres casamatas que se conservan están situadas en lo que entonces fue un pequeño saliente franquista dentro del parque, frente a la antigua residencia de estudiantes.
Continuo mi paseo. Pronto, el pinar se abre sobre el nudo del puente de los Franceses, aunque la enorme plaza tenga un nombre que nadie conoce, el de República de Chile. Los conductores recorren indiferentes los lugares donde, hace a penas setenta años, se alargó treinta meses la última gran contienda de nuestra historia. ¿Quién se acuerda de Buenaventura Durruti, de las Brigadas Internacionales, o de Varela y Asensio? Importa la respuesta pero, en el fondo, no cambiara nada. Engancho con la antigua Senda del Rey, bordeando la infame M-30. Plátanos centenarios, que vieron pasar a los reyes camino del norte, están languideciendo como consecuencia de la incompetencia de las empresas privadas encargadas de su mantenimiento. Ramas caídas salpican una senda descuidada inaugurada a bombo y platillo. Cosas. Llego al edificio de la empresa (llamada universidad). Antes de entrar en el edificio, vuelvo la mirada y me digo que quizá mi vivencia haya sido única. Lástima.
Nihil obstat
El gato·
Ver: https://victorfairen.wordpress.com/2015/07/03/los-bnkeres-del-parque-del-oeste/
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