23 sept 2019

13/09/2019 L'Hospitalet de Llobregat. Claustro Casa Gralla

"Casa Gralla

La casa Gralla fue un palacio de estilo renacentista situado en la calle Portaferrissa de Barcelona. Comenzada en el siglo XIV para ser la residencia barcelonesa de los Desplà, señores de Alella, familia que en el siglo XVI van a entroncarse con los Gralla y sucesivamente con los marqueses de Aitona y los duques de Medinaceli; se convirtió en uno de los edificios señoriales más importantes de la ciudad. Pese a todo el reconocimiento y elogios que recibió por parte de escritories antiguos, viajeros ilustrados y de cronistas locales, fue demolida en 1856. Los únicos restos que se conservan constituyen el patio de la casa Gralla ubicado actualmente en Hospitalet de Llobregat


Historia
La casa Gralla no fue edificada desde cero y en una sola etapa de obras. La documentación conecida, muy escasa y fragmentada, ha hecho deducir a los historiadores que el edificio, a partir de un primer núcleo antiguo del siglo XIV, acumuló un número indeterminado de ampliaciones y de remodelaciones, hasta que las construcciones sucesivas, quizá a finales del siglo XV y en todo caso ya en el siglo XVI, van a acabar transformándolo en la residencia suntuosa y de aspecto unitario que va a pasar a la posteridad. 

Parece que el origen del palacio proviene de la adquisición de Pere Desplà en 1306 de una propiedad situada en la céntrica calle de Portaferrisa de Barcelona. Los Desplà, aunque mantenían el señoría familiar de Alella, van a construir en este lugar una de las residencias privadas de más renombre de la ciudad, que en 1461 ya debía ser importante porque acogió a un huésped de tanta importancia como el príncipe de Viana. Más tarde, también residió en la casa el rey Fernando el Católico

El primer episodio constructivo bien documentado data del 25 de noviembre de 1504: los maestros Mateu Capdevila y Antoni Carbonell "menor" capitularon obras con Miquel Joan de Gralla, el yerno y procurador del cabeza de familia Guerau Desplà i d'Oms. Verosímilmente, la residencia familiar ya había sido objeto de alguna campaña de obras anterior, sobre todo en la última década del siglo XV, con ocasión del matrimonio de la hija y heredera de Guerau, Anna Desplà i de Coberta, con el caballero leridano Miquel Joan de Gralla, alto funcionario real y maestre racional de Cataluña.
El siguiente periodo de actividad arquitectónica registrada en el edificio es posterior a la muerte de Guerau Desplà e impulsado por Miquel Joan de Gralla hacia 1517-18. Quizás arranca en este momento la fisonomía definitiva del palacio, que quedó asociado al linaje del nuevo cabeza de la familia. La campaña de obras coincidió con el reconocimiento el 30 de enero de 1517 de Miquel Joan de Gralla como caballero, concedido por la reina Juana I y su hijo Carlos, poco antes de la elección imperial del joven rey.

La cuestión de la autoría de la casa Gralla, tanto de los espacios y elementos arquitectónicos como de la decoración escultórica, es tan difusa como su cronología. Por ahora, los maestros documentados cuya intervención parece indiscutible, así como imprecisa, se limitan a muy pocos nombres: a los maestros de obra Mateu Capdevila, Antoni Carbonell "menor" y Gabriel Pellicer, por un lado, y al escultor Pedro Fernández, por otro. Una hipótesis no confirmada atribuyó la decoración de la fachada a Damià Forment, que también habría realizado la decoración de la casa Dusai, otro gran palacio barcelonés del siglo XVI, derribado en 1844.

Demolición

La que había sido espléndida mansión de los Gralla, unánimemente elogida por todos, a mediados del siglo XIX era propiedad del duque de Medinaceli, que la tenía en explotación -por alquiler, en gran parte al colegio de los "Señores de Loreto"-, pero en estricta dejadez y abandono. Pese a las advertencias de la prensa local y las protestas de personas y grupos sensibilizadas sobre el riesgo de una destrucción inminente, la casa fue derribada en 1856. El pretexto era conectar directamente la calle de la Canuda con la de Portaferrissa, aunque eso implicaba pasar por en medio de la casa Gralla y que por tanto tenía que derribarse. El solar de la desaparecida casa Gralla fue ocupado por la actual calle del Duc y por edificio como la casa Jover, construida en 1857 por el arquitecto Josep Oriol Mestres con un diseño de los ornamentos evocadores del monumento histórico al que sustituía.
En el año 2016 una exposición organizada por el Museo de Historia de Barcelona reconstruía el periplo de este monumento"

Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_Gralla



Grácias a Jordi Noguera por las gestiones, transporte, compañía y complicidad













































Planta baja y planta piso del patio de la casa Gralla reconstruido en la finca de los Brusi de Sant Gervasi de Barcelona, en una imagen anterior a 1936. Muhba

Dibujo de la Casa Gralla, por Joan Fatjó 1889-1890. MUHBA Museo de História de Barcelona (En: https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_Gralla

 La Casa Gralla en 1855, en una de las pocas fotografías existentes

La desaparecida casa Gralla, en un aguafuerte de 1842 de Antoni Roca. 
 La desaparecida casa Gralla, en un aguafuerte de 1842 de Antoni Roca.

"El enigma de la casa Gralla
La sede de una empresa de seguridad de L’Hospitalet conserva un patio gótico, único vestigio de la espectacular vivienda barcelonesa derribada en 1856 
 
Barcelona

Si la documentación y las imágenes no hubieran conservado la inverosímil historia de la casa Gralla, un enorme edificio situado en la calle Fortaferrissa de Barcelona hasta que fue derribada en 1856 fruto de la especulación inmobiliaria, habría personas tentadas de asegurar que la historia no es verdadera y que uno de los pocos restos que se conservan, el patio gótico instalado desde 1996 en una nave industrial situada en L’Hospitalet de Llobregat, es falso.

Por suerte, estas imágenes y documentos han perdurado hasta nuestros días y, con ellos, parte de la historia de esta casa que causó admiración a los barceloneses del siglo XVI por ser, sino la primera, una de las que mejor incorporó el rico repertorio de la “moda romana” —el estilo renacentista— en la decoración de puertas y ventanas de su fachada, pese a conservar su organización interior y elementos interiores góticos, como su impresionante patio de esbeltos arcos apuntados. También, para los viajeros que desde entonces visitaron la ciudad y que recogieron en sus crónicas la riqueza de decoración de la vivienda. 

La exposición La casa Gralla. El periplo de un monumento reconstruye en el Museo de Historia de Barcelona (Muhba) la particular historia de esta casa, itinerante y viajera, los diferentes intentos de montaje y desmontaje que vivió a lo largo de los siglos y plantea muchos enigmas, cómo quién fue el autor de esta fachada única o la posibilidad de que sus piedras se conserven en algún lugar desconocido, puesto que estuvieron a la venta mucho tiempo. 

“Cuando las piedras fueron desmontadas de forma ordenada y numeradas una a una comenzó un largo periplo que no sabemos cómo acabó”, explica la comisaria de la muestra Judith Urbano, del Grupo de Investigación de Historia, Arquitectura y Diseño de la Universitat Internacional de Catalunya, que muestra por primera vez el cuaderno de notas que realizó el arquitecto Elies Rogent (autor entre otros del edificio histórico de la Universitat de Barcelona) sobre la casa en 1856 mientras se realizaban los trabajos de desmonte y la colección de ocho dibujos de la rica ornamentación de la fachada que hizo el ilustrador y escenógrafo Francesc Soler en 1857, dados por perdidos durante la Guerra Civil, que se pueden ven por primera vez.

¿Cómo pudo desaparecer de un plumazo esta impresionante construcción? “A mitad del siglo XIX la extensión de la casa y su semiabandono hicieron que estuviera en el punto de mira de los especuladores inmobiliarios del momento. Josep Martí la compró a los duques de Medinaceli, sus propietarios de entonces, con la idea de abrir una calle que diera vida a la zona a Portaferrissa y Canuda”, explica Urbano, que señala que, pese a la campaña que se vivió en la prensa para que la casa no se derribara, las obras comenzaron en julio de 1856 y en diciembre concluía el desmontaje de la fachada. “En un momento intermedio se pensó dejar la fachada y crear un pasaje bazar al estilo de los de París, pero el nuevo dueño no lo aceptó". Las piedras de la casa las adquirió un rico indiano de la ciudad, Josep Xifré que quería volver a levantarlas en unos terrenos que tenía en Sant Martí de Provençals (donde ahora está el hospital de Sant Pau). “Una labor que le fue encargada a Rogent que repartió las piedras compradas en tres lugares de la ciudad: en un local, en el claustro de Santa Anna y en el baluarte de Tallers hasta que fueran trasladadas al solar donde iban a ser levantadas de nuevo”, explica Urbano delante del cuaderno de Rogent lleno de números y dibujos de alzados y perspectivas realizados a lápiz.

Tres momentos de representación de las élites

“La casa Gralla fue una construcción que desde el primer momento despertó un gran interés para este museo que se ocupa de las realidades materiales y de la representación cultural”, explica Joan Roca, director del Muhba y del proyecto de exposición. “En la actualidad está en cuestión la representación de la ciudad y su paisaje urbano, cómo las instituciones construyen sus edificios y cómo los diferentes agentes urbanos buscan reafirmar su presencia”, explica Roca que destaca tres momentos vinculados con este asunto y la casa Gralla: El primero es a comienzos del siglo XVI cuando Miquel Joan Gralla reformó, entre 1518 y 1531, su casa gótica tras ser reconocido funcionario real. “Celebró el nombramiento buscando un nuevo lenguaje como es el renacimiento para que todo el mundo reconociera su nueva posición”.

El segundo se vive cuando, en el siglo XIX la ciudad busca nuevas formas de representación más práctica. Primero se intenta salvarla cuando se plantea crear un pasaje aprovechando la fachada; luego la familia de indianos de los Xifré compra las piedras para volverla a levantar, buscando un reconocimiento de las élites de la ciudad. Tras unos años, el Brusi, tras recibir un título nobiliario, compró de nuevo, las piedras y hace un segundo intento de reconstruir la casa. “Se repite la historia años después porque el referente de la importancia de la casa Gralla no se ha perdido en la ciudad”.
El tercero, prosigue Roca, tiene que ver con las élites emergentes del último cuarto de siglo XX, cuando una empresa global de origen argentino en el momento que se hace respetable incorpora el patio gótico a su sede.
 
“La operación de traslado, no sabemos por qué, no fue nada cuidadosa y solo se hizo en parte. Solo se llevaron una parte de las piedras a Sant Martí y el resto quedaron olvidadas a disposición de todo aquel que las quisiera comprar”, explica la experta. El coleccionista Francesc Santacana compró el dintel de la entrada principal que puede verse en el Museu de L’Enrajolada de Martorell y Miquel Coll en 1867 adquirió algunas estructuras de puertas interiores que incorporó a una propiedad suya: la enorme torre Pallaresa de Santa Coloma de Gramenet, recicladas como partes de chimeneas, tal y como ha podido comprobar personalmente Urbano.

El caso es que, tal y como explica la exposición que puede verse en la Capilla de Santa Ágata hasta el 22 de mayo, tras morir Xifré la idea de reconstruir la casa en Sant Martí quedó en nada, sobre todo cuando su hijo puso a la venta la finca, que poco a poco empezaba a ser engullida por el Eixample. En ese momento, otro magnate barcelonés se interesó por estas piedras cargadas de mala suerte: El marques de Brusi las compró en 1881 (25 años después de su desmontaje) y se las llevó a Sant Gervasi para incorporarla a su vivienda, según un proyecto encargado a August Font (arquitecto objeto de estudio de Urbano en su tesis doctoral). “La sorpresa vino cuando a la hora de montar la fachada se comprobó que todo eran arcos, capiteles y columnas y que solo se había comprado el patio gótico”, señala Urbano. “Del resto de piedras nada se sabe. Hay quien ha explicado que sirvieron de relleno de la escollera del puerto, pero es posible que alguien las tenga en su casa de forma inconsciente o incluso consciente y que no haya trascendido hasta ahora”, señala la historiadora.

Y como estas piedras estaban condenadas a no permanecer mucho tiempo en el mismo sitio, en 1959 “los Brusi vendieron los terrenos de la calle Balmes y el patio viajó para conservarlo a un almacén de Cornellà”. Y de ahí a Málaga. “En 1990 una empresa constructora de Mijas lo compró para colocarlo en un palacete de la Costa del Sol; algo que parecer que no acabó prosperando”. Cinco años después lo compró el empresario argentino Octavio Mestre que lo volvió a trasladar a Cataluña para reconstruirlo." 


Ver también el extraordinario album de fotos preparada por El País: https://elpais.com/elpais/2016/04/17/album/1460919249_852507.html#foto_gal_6

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